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Precandidata Presidencial 2023

#Elecciones2023 #PASO #Anticapitalismo #Izquierda


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Manuela Castañeira nació el 22 de noviembre de 1984. Tiene 38 años y es Socióloga, egresada de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Actualmente trabaja como no docente en la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM).
Siendo una de las principales referentes de la izquierda en Argentina y Latinoamérica, es precandidata a Presidenta por el Nuevo MAS. Es, a su vez, la precandidata a la presidencia más joven de la elección. Junto a Lucas Ruiz, su compañero de fórmula, constituyen el binomio más joven expresando la renovación de la izquierda.
Es una militante y política anticapitalista, socialista y feminista que se ha consolidado como referente de los procesos sociales de las y los trabajadores, la juventud, las mujeres y LGBTTINB.
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Noticia Destacada

El marxismo como filosofía política

Presentación de El marxismo y la transición socialista.
Estado, poder y burocracia, tomo I, en el Teatro Picadero. Por Roberto Saenz


Venimos haciendo conversatorios sobre la obra en varias regionales y en varios países: San Pablo, próximamente en París, y en Londres en el marco del encuentro anual de Historical Materialism. Sin embargo, la de El Picadero es la primera presentación “oficial” del texto en castellano. Las traducciones al inglés y portugués ya están en marcha y en trámite la traducción al francés, pero, obviamente, la presentación del primer tomo va a tardar un tiempo en esos países. Acá dejamos a los lectores la charla-presentación editada de la obra en castellano, obra que próximamente va a estar en las librerías de la Argentina, México, España y otros países de lengua castellana.

Buen día a todes. Antes que nada quiero pedir un aplauso colectivo a la resistencia del pueblo palestino, que es algo tremendo y que impacta. Es un motivo de lucha y de reflexión que habla de lo que es el mundo hoy, en sus dificultades pero también en su capacidad de resistencia; un ejemplo de lucha descomunal contra la adversidad. Luego lo voy a retomar.

1- La revolución como “tejido de generaciones”

Yendo a nuestro tema, y en primer lugar, quiero hacer un agradecimiento al esfuerzo colectivo que es esta obra militante, que requiere de un esfuerzo individual, lógicamente, pero también es una síntesis de la tarea colectiva de esta corriente: de la interrelación entre la militancia y la reflexión, que es colectiva. Quizás en la vida de las organizaciones, del partido y de la corriente, se discute más estrechamente de “política”. Pero les digo una cosa que es concreta acerca del carácter colectivo de una obra de este tipo: muchas veces los cierres son mejores que las aperturas de los informes. Eso pasa justamente porque en el cierre se recoge la experiencia colectiva; se tienen las otras intervenciones para sintetizar en el cierre de las discusiones. En la apertura venís con tu “delirio”, escuchas las intervenciones y en el cierre bajás a tierra, das mejor cuenta de la dialéctica de las cosas.

Además, no se trata solo de una interrelación en el “habla”, sino de la interrelación entre lo que se dice y lo que se vive, la práctica militante. Ayer una compañera decía, en el Comité Ejecutivo del partido, que en la coyuntura argentina la gente está pasando de un primer momento de angustia a un momento de bronca, expresando esa relación entre lo que se dice y lo que ocurre. Entonces acá tenemos dos planos de una elaboración colectiva: la experiencia militante colectiva del partido y la experiencia colectiva del cambio de ideas que, desde ya, requiere que alguien haga una síntesis (los equipos de dirección no funcionan sin dirigentes, sin ejes de la dirección, tanto como las orquestas no funcionan sin el director; Engels, “Sobre la autoridad”).

También las elaboraciones de Marx y Engels fueron, evidentemente, colectivas, y ni hablar del marxismo revolucionario en su época clásica. No solamente está el hecho de que entre ellos se cambiaban y revisaban los textos, sino además que lo colectivo viene dado por el choque de ideas: todos nos forjamos en el “espejo” de nuestra época: Marx y Engels en polémica con Prohdon, Bakunin, Düring, Blanqui y tantos otros de su generación y de todas las generaciones, junto con la experiencia histórica.

En síntesis: es obvio que hay un esfuerzo mío –del autor– de estudiar y militar aplicadamente (no hay ningún logro que no implique mucho esfuerzo), y que eso no se debe disolver.[1] Pero al mismo tiempo esta obra en dos tomos es parte de la trayectoria colectiva de esta corriente, donde, aunque hoy el sector más dinámico sea la juventud, hay una militancia del núcleo histórico de la corriente en fábrica, en el movimiento obrero.

Y la obra está dedicada, en definitiva, a la clase obrera como vector de la emancipación humana, y también a la heroica juventud de la Oposición de Izquierda que soportó –en las peores condiciones, huelgas de hambre mediante– los campos de concentración del estalinismo para sostener las perspectivas del marxismo revolucionario. La revolución es un tejido de generaciones donde cada quien hace lo que le toca: nunca dije eso de “quiero llegar vivo a la revolución”; me hago mala sangre por resolver los desafíos del presente, me hago cargo de lo que me toca, y lo disfruto.

La emancipación humana es un tejido de muchas generaciones porque es la obra más grande de la humanidad: emanciparnos de toda relación de explotación y opresión. Desde este punto de vista también se entiende que es una obra colectiva, aunque por la combinación de factores objetivos y subjetivos haya, en ciertos momentos, subjetividades que marcan un salto en calidad.[2] Aunque también eso es relativo, porque podés marcar un salto en calidad porque dirigís una revolución, o porque aportás al desarrollo del marxismo, pensado, como decía Sartre, como “el horizonte teórico intraspasable de nuestro tiempo”, como el pensamiento –por lo menos en materia de ciencias sociales– más avanzado de nuestro tiempo. En este mismo sentido Gramsci afirmaba algo agudo: señalaba que no podía haber claridad acerca de las prioridades entre las tareas del presente y la preparación del futuro.

Y la idea es que esta puesta en discusión sea un conversatorio. No sé cuánto me va a llevar mi intervención. Podría hacer como John Cage, el autor del concierto “4.33”, que abría el piano y no tocaba nada, hacía silencio, y después cerraba el piano y decía “Muchas gracias, he terminado mi obra”; la obra era el silencio, y era genial, porque el silencio tiene infinitas variantes. Bueno, mi libro no tiene infinitas variantes, solo intenta ser un humilde aporte. Entonces, la idea es que los compañeros y compañeras intervengan también, porque el libro ya se ha empezado a leer sobre todo entre la militancia del partido.

Prosigamos con una idea básica de contexto de la obra. Políticamente, el país y el mundo están en un período de reacción, en el sentido del avance de la extrema derecha; pero estructuralmente entramos en la reapertura de una época de desequilibrio y revolución. El aporte nuestro llega en un período así de inestable, con problemas muy dramáticos y muy profundos: la reapertura de la época de guerra, crisis, revolución, barbarie y reacción señalada por Lenin cien años atrás.

Quisiera explicar de dónde surge para mí el elemento revolucionario. Recordemos el ejemplo de Lenin en 1915, que en plena Primera Guerra Mundial y en pleno período reaccionario –porque la guerra todavía tenía apoyo de la clase obrera–, afirma que hay una “situación revolucionaria”. ¿Qué es lo que te lleva a la revolución desde el punto de vista material y fundamenta la definición de Lenin? Lo que te lleva a la revolución es la ruptura de la cotidianeidad.[3] (También te puede llevar a una contrarrevolución; esa es una enseñanza del siglo XX. Más bien, al par revolución-contrarrevolución.)

Por ejemplo, podemos hacer cien mil charlas sobre ecología, pero la mejor lección es la experiencia: yendo al aeropuerto de San Pablo hace unos días, de repente apareció un olor agrio a goma quemada, que era, a cientos o miles de kilómetros, el olor de la quema del Amazonas. Esa experiencia es lo que te hace tomar conciencia. Lenin decía que en condiciones revolucionarias se sacan conclusiones mucho más rápido: en unos días avanza más la conciencia popular que en largos años de estabilidad.

Estamos entrando en un mundo que rompe a martillazos la cotidianeidad, la normalidad, la mecánica de levantarse, ir a laburar, militar un poco en la fábrica o en la facultad, ir a casa y a dormir. La cotidianeidad, si es muy “mecánica”, puede dar lugar a poca reflexión, hace muy “cuadrada” la experiencia humana: la falta de matices y contrastes no ayuda a pensar. La ruptura de la cotidianeidad abre la historia, funciona por contraste: rompe con la falsa ilusión del eterno retorno de lo mismo. Si piensan en la Argentina de hoy, aunque estemos en un período reaccionario por ahora, van a ver que hay un montón de elementos dislocados, o que están en un lugar equivocado, y ese contraste hace pensar. La dialéctica de Plaza y Palacio está más a la orden del día que nunca y las cosas podrían virar en prerrevolucionarias “en cualquier momento” (exageramos un poco la nota para que se entienda nuestro ejemplo).

Este es el contexto en el que presentamos el tomo I de esta obra, que además tiene algo simpático: el tomo 2 está “escrito” antes que el tomo 1. La base del tomo 2 la escribí hace diez años, pero faltaba la base teórica y política, que es la que escribí ahora (el tomo 2 ya está medio escrito en “Dialéctica de la transición, plan, mercado y democracia obrera”, izquierda web). Por supuesto, voy a estudiar mucho más y reescribir todo además de agregarle nuevos capítulos, porque en el medio hubo un montón de problemas nuevos, apareció la inteligencia artificial, hay que ponerlo al día en el siglo XXI.[4]

2- Un nuevo “Renacimiento”

Voy a tratar de decir algunas cosas sobre el texto. Voy a ir de lo más general a lo más particular por así decirlo. El texto tiene como varios planos, una suerte de palimpsesto explícito: un nivel teórico, otro filosófico, otro histórico, otro metodológico, etc. Además tiene una doble inscripción: establece un diálogo entre el marxismo revolucionario y la obra de Marx y Engels, y otro diálogo entre los marxistas de posguerra.

En el plano filosófico general –filosófico político– hay una idea histórica fundamental en el libro, que delimita a la revolución socialista de las revoluciones anteriores, que es la relación entre estructura y agencia –subjetividad–. Sucede que el nivel de reactuación humana sobre la sociedad y la naturaleza nunca ha sido tan alta como ahora, desde el punto de vista objetivo e incluso, potencialmente, subjetivo (desarrollo de las fuerzas productivas y destructivas y de la autoconciencia racional humana mediante).[5]

Hay una idea muy aguda al comienzo de la Dialéctica de la naturaleza de Engels, que dice que con la humanidad entramos en la historia; en el caso de los animales también hay historia, y la naturaleza también tiene historia; pero en el caso de los animales la historia se hace para ellos porque no son conscientes de lo que hacen. En cambio, con los humanos entramos en la historia porque potencialmente podemos cambiar la sociedad e incluso nuestra naturaleza circundante conscientemente, para bien o para mal; ser sujetos conscientes de ese cambio, lógicamente como producto de todo un proceso histórico (“Engels antropólogo”). Es evidente que los primeros homínidos no podían cambiar la sociedad ni la naturaleza, de ahí todas las representaciones naturalistas, religiosas, totémicas, esotéricas del mundo, temas de la antropología cultural.[6] Pero por el desarrollo desigual y combinado de la experiencia humana –progreso y también regresiones–, hoy, conscientemente, la humanidad explotada y oprimida tiene una capacidad de transformación como jamás hubo en la historia.

Eso funciona para lo bueno y para lo malo. Lo malo es, por ejemplo, Putin amenazando conscientemente con lanzar bombas nucleares en Ucrania, o el Estado de Israel masacrando palestinos y usando la carta de que es la única potencia nuclear de Medio Oriente. Lo bueno funciona cuando la revolución y la transición socialista es un esfuerzo consciente de transformar la realidad humana, de operar una transformación social, de luchar contra las condiciones materiales de explotación y opresión, que siguen presentes en la transición.[7]

Ahí entra toda la reflexión de Marx sobre revolución consciente, planificación, la crítica al mercado como orden espontáneo y la planificación económica como orden racional. Pero la idea puede ser agarrada desde otro ángulo; en Rosa Luxemburgo, la revolución socialista es la primera revolución histórica donde las mayorías hacen la revolución para las mayorías, porque incluso la Revolución Francesa, que fue una revolución popular, terminó siendo en beneficio de una minoría. Las revoluciones burguesas –y otras revoluciones– tuvieron participación popular pero no fueron para las mayorías (ese desborde anticapitalista anticipado por Babeuf, fracasó), en el sentido de que el nivel político, material y cultural no permitía todavía la realización de la teoría política del marxismo, que es la teoría de la autoemancipación y la autodeterminación (Draper), que quiere decir desarrollo humano autoconsciente –una aspiración que viene desde el Renacimiento, el ser humano en el centro en lugar de dios–.

En castellano, esto significa que cada compañera y compañero vale, que cada persona tiene valor, criterio humanista elemental después de las barbaries del siglo XX. Por supuesto, en la guerra civil hay que sacrificarse, fusilar o morir en el frente, no existe la revolución sin sangre: la ley de leyes es la implacable lucha de clases socialista (Su moral y la nuestra, Trotsky).[8] Pero esa dialéctica no tiene nada que ver con la lógica objetivista de la revolución que prevaleció en el siglo XX, con la definición de “revoluciones socialistas objetivas” como revoluciones que se hacían “solas”, con una base popular o de masas pero no consciente, sin una dirección consciente y sin protagonismo consciente de los explotados y oprimidos. Esto cruza todo el libro.[9]

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Información y Propuestas

Manifiesto anticapitalista para la Argentina

Por Ramiro Manini, economista del equipo de Manuela Castañeira


Este es un programa para darle al país una salida diferente, desde la clase trabajadora. Ya fracasó la regulación estatista del capitalismo, y estamos viviendo un nuevo fracaso de la regulación por el mercado del “anarco”-capitalismo de Milei. Proponemos un salario mínimo que parta de los $2.000.000, para que todo trabajador pueda tener un salario que alcance para vivir y terminar con la miseria, la pobreza y el pluriempleo. Acompañanos con tu voto para que Manuela Castañeira entre al Congreso.

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Argentina está en crisis, pero no es simplemente la crisis del gobierno de extrema derecha de Milei: es la crisis del capitalismo, en Argentina y el mundo. La guerra comercial de Trump hace temblar el mundo globalizado como lo conocemos, y suma incertidumbre e inestabilidad. La economía mundial tiende a la fragmentación. Son todas pésimas noticias para el gobierno nacional.

La imagen es de un país que se cae a pedazos, que no nos da una perspectiva a las y los trabajadores, a la juventud, a las mujeres y LGBTTINB. Es la crisis de un país pensado en función de las ganancias de los empresarios.

Milei dice que vino a resolver los problemas del país, pero en lugar de cuestionar el capitalismo, que es la raíz de la crisis, quiere exacerbarlo. Una receta para que vivamos cada vez peor.

Argentina no crece hace 15 años. El Producto Interno Bruto real por habitante es un 5% menor que en 2008, cuando estalló la última crisis económica mundial. El país no crece porque los empresarios decidieron no invertir en el país: la inversión es, en promedio, un 10% menor a la de cualquier país del mundo. Por eso la economía del país está estancada: sin inversiones no hay desarrollo productivo, no hay mejora de la productividad ni mejores condiciones laborales.

Sin embargo, a pesar de no invertir, los empresarios vienen apropiándose de cada vez más recursos. En los últimos años los trabajadores perdimos un 7% de participación en el PBI, que ahora se llevan los empresarios. La burguesía argentina es parasitaria, quiere vivir de arriba sin invertir.

La contracara de esto es que los trabajadores somos cada vez más pobres: el salario real no deja de caer desde 2016. La caída del salario es una verdadera “política de estado” en nuestro país, bajo todos los gobiernos.

Este Manifiesto Anticapitalista es un programa para darle al país una salida diferente, desde la clase trabajadora. Ya fracasó la regulación estatista del capitalismo, y estamos viviendo un nuevo fracaso de la regulación por el mercado del “anarco”-capitalismo de Milei. Hace falta de manera urgente un aumento de salario generalizado para los trabajadores, porque la miseria salarial no se aguanta más. Es indignante que tantos trabajadores en Argentina están por debajo de la línea de pobreza. Por eso proponemos un salario mínimo que parta de los $2.000.000, para que todo trabajador pueda tener un salario que alcance para vivir y terminar con la miseria, la pobreza y el pluriempleo. Para garantizar este aumento salarial de manera sustentable, es necesario afectar las ganancias de los empresarios y que la economía vuelva a crecer. El capitalismo ya fracasó, por eso proponemos la planificación democrática de la economía por parte de la clase trabajadora, para invertir lo que hace falta en mejorar la productividad, la infraestructura, salud, educación, y sacar al país adelante con los intereses de la mayoría trabajadora en el centro.

El país se cae a pedazos, el capitalismo fracasó, es hora de que pensemos en una alternativa. Es hora de terminar con este sistema que nos lleva a cada vez más miseria y más explotación. El gobierno de Milei está en una crisis profunda, económica, financiera, política y social. Desde el Nuevo MAS queremos discutir a fondo la forma en que se organiza y gobierna el país. Para llevar adelante este programa global es necesario una Asamblea Constituyente Soberana para que podamos ir a fondo en las transformaciones anticapitalistas que hacen falta.

Cuando Milei, Caputo, Sturzenegger y compañía hablan de Argentina, no hablan de lo mismo que nosotros. Ellos hablan de los empresarios, de los bancos, de la bolsa, de las multinacionales, del gobierno. Nosotros estamos hablando de los millones de trabajadores y trabajadoras que trabajan 6, 8, 10, 12 y 14 horas por día, de las y los precarizados, de los estudiantes, de las mujeres, de las personas LGBTTINB, del pueblo trabajador y de todos los explotados y oprimidos. Nuestro programa plantea un plan de crecimiento y desarrollo para el país, pero no bajo la dirección de la clase capitalista, que viene de llevar al país de fracaso en fracaso, sino de la clase trabajadora. Es un programa anticapitalista, porque reconoce que el principal escollo para el desarrollo del país y de todas nuestras capacidades humanas, productivas, creativas, es el capitalismo. Es un programa realista, porque parte de analizar los problemas reales del país, de resolver sus causas, y no maquillar sus consecuencias.

Con este Manifiesto Anticapitalista queremos dar vuelta todo. Acompañanos con tu voto para fortalecer esta alternativa.

1. La crisis del país es el fracaso del capitalismo en todas sus variantes

Argentina no crece hace 15 años. Desde la crisis internacional de 2008 el PIB real por habitante de nuestro país (el Producto Interno Bruto, suma del valor de todo lo producido en Argentina) está cayendo. Es la demostración palmaria de que las dos formas de regular el capitalismo que se han ensayado en la historia argentina fracasaron: la regulación capitalista estatista del peronismo, y también la regulación vía el mercado que se ensayó en los 90’ (y fracasó rotundamente como se puede ver en la recesión de 1998 al 2003) y ahora con el anarcocapitalismo de Milei, que ante su fracaso tiene que recurrir nuevamente al FMI. Si miramos el PIB pero por trabajador, el dato es todavía más dramático: no solamente estamos estancados desde 2008, en el último año caímos a la productividad por trabajador del año 2006. El capitalismo argentino nos llevó a casi 20 años perdidos. Varias generaciones enteras condenadas a ser cada vez más pobres.

El país se cae a pedazos, el capitalismo fracasó, es hora de que pensemos en una alternativa. El gobierno de Milei está totalmente en crisis. El peronismo y el macrismo, que ahora se suma a La Libertad Avanza, fueron parte del derrumbe. Tenemos que discutir las bases del país, es necesario realizar una Asamblea Constituyente Soberana para que podamos redefinir democráticamente todo. Por eso ponemos sobre la mesa este Manifiesto Anticapitalista. Medidas concretas para revertir el derrumbe económico de la Argentina pensadas desde los intereses de las y los trabajadores, la juventud, las mujeres y LGBTTINB y las y los jubilados para ser implementadas con la fuerza de la movilización popular en las calles.

El PIB del país no para de caer, pero los empresarios se siguen enriqueciendo, siguen concentrando propiedades, siguen fugando sus dólares al exterior. ¿Cómo pueden incrementarse las ganancias empresarias mientras no crece la economía? Es muy sencillo, los empresarios vienen apropiándose cada vez de una mayor parte de la producción. Desde 2016 la participación de los salarios en el PIB se redujo casi en un 10%.

Hoy el conjunto de los trabajadores se lleva un 43% del PIB mientras que los empresarios se llevan el 45%. Esto parece «parejo», pero tengamos en cuanta que los trabajadores somos los 20 millones que vamos a laburar todos los días 8, 10, 12 horas, tenemos más de un trabajo (pluriempleo), hacemos horas extras, estamos precarizados, en negro, etc. Un puñado de grandes capitalistas, menos del 2% de la población[1], se lleva más que 20 millones de trabajadores y trabajadoras. Y ellos cada vez se apropian de más riqueza social, mientras nos empobrecen a nosotros. Esa es la realidad del capitalismo argentino, con Cristina, Macri, Alberto y Milei se sostuvo la misma tendencia. Los empresarios están resolviendo su crisis aumentando la explotación de los trabajadores. Pero no solucionan los problemas del país, solo se garantizan sus propias ganancias. Por eso los salarios no paran de caer desde 2016: es una política consciente y sistemática del capitalismo argentino, aunque ninguno de los gobiernos lo haya admitido.

El fracaso del capitalismo es absoluto, no puede garantizar ni un salario mínimo, ni condiciones de trabajo, ni estabilidad laboral, mucho menos la creación de empleo. Frente al fracaso de las gestiones capitalistas, queremos un país en el que haya futuro para la juventud y para las y los trabajadores. Es hora de una alternativa anticapitalista.

2. Vamos por un salario mínimo de $2.000.000

Luego de más de un año de ajuste brutal de Milei, las y los trabajadores estamos cada vez peor. Hoy el salario en blanco en promedio está en un millón cien mil pesos. El ingreso promedio de los asalariados es de $850.000, mientras que el salario promedio de los trabajadores en blanco con un año de antigüedad no llega a $1.250.000. El 70% de las y los jubilados cobra la mínima de $384.000. Mientras tanto, la canasta básica de una familia está arriba de $1.900.000[2]. Por eso se desploma el consumo, por eso cuesta llegar a fin de mes, por eso hay malestar social: los sueldos son bajísimos, mientras los precios siguen aumentando.

Tener en cuenta que el dato del último año tiene la gran distorsión de que el gobierno no actualizó la Canasta mediante la cual se construye el Índice de Precio al Consumidor (IPC), por lo que los enormes aumentos de los servicios públicos y alquileres no se ven correctamente impactados. En líneas rectas pueden verse las tendencias a la caída del salario para cada uno de los tres sectores de trabajadores.
Fuente: Indec. Tener en cuenta que el dato del último año tiene la gran distorsión de que el gobierno no actualizó la Canasta mediante la cual se construye el Índice de Precio al Consumidor (IPC), por lo que los enormes aumentos de los servicios públicos y alquileres no se ven correctamente impactados. En líneas rectas pueden verse las tendencias a la caída del salario para cada uno de los tres sectores de trabajadores.

El gobierno de Milei dice que todo lo tiene que “regular el mercado”, pero interviene directamente para que los traidores de la CGT y los empresarios firmen paritarias miserables del 1% mensual mientras la inflación es por lo menos el doble, entre el 2 y el 3% mensual. Cuando se negocia una pariratia mayuor, la línea del gobierno es no homologarla, es decir, desconocer el “acuerdo” entre empresarios y trabajadores, siempre contra los trabajadores. El cuento del gobierno que dice que “bajó la inflación” no se condice con la vivencia de cualquier trabajador o trabajadora. El aumento de precios sigue, los servicios básicos, luz, gas, agua y alquiler aumentaron un 430% en el último año. Las prepagas aumentaron un 226%. Desde que gobierna Milei los alquileres en promedio se multiplicaron por 5, las tarifas por 6, las prepagas por 4, los servicios de teléfono e internet por 3,5 y el transporte público por 4,5. Son junto con la comida, los principales gastos de cualquier familia trabajadora. Pero los salarios están lejos de aumentar en esas magnitudes. El gobierno maquilla el aumento sideral de los gastos inflexibles, fijos, que crecieron mucho más que los salarios. Por eso cayó el consumo de carne, lácteos o yerba en un 10%, todo el salario se va en pagar los servicios básicos, mientras se reducen los demás consumos.

Milei es un mentiroso: decía que los salarios eran bajos por “la casta”, “las y los jubilados”, “el gasto”, pero con su gobierno el salario real no dejó de derrumbarse. Hace más de 10 años que los salarios caen en Argentina. Además, con Milei y sus desregulaciones no para de crecer el trabajo precario, en negro, sin derechos, con peores condiciones laborales y con pésimos salarios. Mientras tanto, los empresarios se llenan los bolsillos, las familias más ricas del país aumentaron su riqueza en dólares en un 77% en los últimos 5 años. ¿Qué familia trabajadora puede decir lo mismo? Con el Régimen de Promoción de Economía del Conocimiento el Estado le regala a empresarios como Galperín 300 millones de dólares al año en subsidios. En 2024 los bancos privados que operan en Argentina ganaron la inmensa suma de 4.000 millones de dólares[3]. Y la mayor parte de esas ganancias son producto de la deuda del Estado, que hoy cotiza al 60% de interés anual, un escándalo. El Estado aparece siempre garantizando enormes ganancias para los grandes capitalistas mientras la economía se hunde y los trabajadores estamos cada vez más empobrecidos.

Con Milei todo va a estar cada vez peor. Ya es evidente la debacle de su política económica. El país no tiene rumbo, por eso volvieron a acordar con el FMI. Como decía Milei en 2018, si tenés que recurrir al FMI es porque fracasaste. El FMI, para prestarle plata al gobierno, exige una devaluación. Milei y Caputo hicieron malabares para que les den el préstamo, pero dejan la maxi-devaluación para después de las elecciones. Ya estafaron con las criptomonedas, se robaron la plata de discapacidad y ahora quieren volver estafar a la población escondiendo que van a devaluar. Hoy la pregunta entre los empresarios no es si va a haber o no una devaluación, sino cuando.

Mientras tanto, los empresarios de la industria se enriquecen cambiando producción nacional por importaciones. Vacían el país de dólares y aumentan los despidos en fábricas y talleres mientras el país se inunda de productos importados. El industricidio nacional de Milei,que impacta muchísimo en el Gran Buenos Aires, Córdoba, Rosario y otros centros urbanos industriales, significa despidos, precarización y caída del nivel de vida para las y los trabajadores de todo el país. Es hora de poner primero los intereses de las y los trabajadores. Necesitamos un salario para vivir, que parta de $2.000.000 para las y los trabajadores del sector privado y del público, tanto registrados como no registrados, para cubrir la canasta básica de manera urgente. Basta de ponerle techo a las paritarias.

¿Cómo podemos llegar a un salario mínimo de $2.000.000? Lo primero que tenemos que decir es que ese salario es necesario. Es insoportable la situación que vive la mayoría de la población trabajadora. No puede ser que un laburante que trabaja 8, 10 o 12 horas por día con dos o tres trabajos sea pobre en este sistema.

Para poder pagar un salario mínimo de $2.000.000 lo primero que necesitamos es afectar las ganancias de los grandes capitalistas. En segundo lugar, necesitamos crecer, hace falta mucha más producción y trabajo para alcanzar un nivel de vida digno. El capitalismo fracasó en garantizar el crecimiento de la economía. Por eso el país está estancado desde hace 15 años. Milei dice que es experto en “crecimiento con o sin dinero” pero en lo único que demostró ser experto es en cripto estafas y en calcular el “3%” para Karina. El problema es que para crecer hay que invertir, y los capitalistas -que, como vimos, no paran de apropiarse de cada vez mayor parte de la riqueza social- no invierten en Argentina, se la fugan toda e invierten en paraísos fiscales, en Miami o en Uruguay.

En Argentina sistemáticamente los empresarios invierten casi 10% menos del PIB que el promedio mundial, y también mucho menos que los países desarrollados, e incluso que los países de la región. Esa falta de inversiones se acumula, no es un problema de un año u otro, es sistemático. Un país, para crecer de manera sustentable, para poner en pie un proceso de reproducción ampliada del capital, necesita invertir por lo menos entre el 20% y el 25% de su PIB. En Argentina los empresarios -y el estado- invierten sistemáticamente por debajo de ese número. Por eso se deteriora la infraestructura, hay pésima conectividad y baja productividad. La clare obrera argentina trabaja mucho, pero los capitalistas no ponen los insumos y equipos que hacen falta para producir mejor, y el Estado capitalista (y peor aún con Milei) no garantiza las condiciones básicas para que la economía funcione.

En Argentina los empresarios pretenden vivir una vida de lujos comiéndose el capital, sin invertir un peso en la economía real del país, mientras se fugan el fruto del trabajo de millones de argentinos. Cuando los empresarios hablan de mejorar la productividad, en realidad se refieren a aumentar la explotación. Pretenden que se produzca más, sin invertir un peso, llevándose puestas las conquistas laborales de la clase trabajadora.

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