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Precandidata Presidencial 2023

#Elecciones2023 #PASO #Anticapitalismo #Izquierda


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Manuela Castañeira nació el 22 de noviembre de 1984. Tiene 38 años y es Socióloga, egresada de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Actualmente trabaja como no docente en la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM).
Siendo una de las principales referentes de la izquierda en Argentina y Latinoamérica, es precandidata a Presidenta por el Nuevo MAS. Es, a su vez, la precandidata a la presidencia más joven de la elección. Junto a Lucas Ruiz, su compañero de fórmula, constituyen el binomio más joven expresando la renovación de la izquierda.
Es una militante y política anticapitalista, socialista y feminista que se ha consolidado como referente de los procesos sociales de las y los trabajadores, la juventud, las mujeres y LGBTTINB.
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Noticia Destacada

El marxismo como filosofía política

Presentación de El marxismo y la transición socialista.
Estado, poder y burocracia, tomo I, en el Teatro Picadero. Por Roberto Saenz


Venimos haciendo conversatorios sobre la obra en varias regionales y en varios países: San Pablo, próximamente en París, y en Londres en el marco del encuentro anual de Historical Materialism. Sin embargo, la de El Picadero es la primera presentación “oficial” del texto en castellano. Las traducciones al inglés y portugués ya están en marcha y en trámite la traducción al francés, pero, obviamente, la presentación del primer tomo va a tardar un tiempo en esos países. Acá dejamos a los lectores la charla-presentación editada de la obra en castellano, obra que próximamente va a estar en las librerías de la Argentina, México, España y otros países de lengua castellana.

Buen día a todes. Antes que nada quiero pedir un aplauso colectivo a la resistencia del pueblo palestino, que es algo tremendo y que impacta. Es un motivo de lucha y de reflexión que habla de lo que es el mundo hoy, en sus dificultades pero también en su capacidad de resistencia; un ejemplo de lucha descomunal contra la adversidad. Luego lo voy a retomar.

1- La revolución como “tejido de generaciones”

Yendo a nuestro tema, y en primer lugar, quiero hacer un agradecimiento al esfuerzo colectivo que es esta obra militante, que requiere de un esfuerzo individual, lógicamente, pero también es una síntesis de la tarea colectiva de esta corriente: de la interrelación entre la militancia y la reflexión, que es colectiva. Quizás en la vida de las organizaciones, del partido y de la corriente, se discute más estrechamente de “política”. Pero les digo una cosa que es concreta acerca del carácter colectivo de una obra de este tipo: muchas veces los cierres son mejores que las aperturas de los informes. Eso pasa justamente porque en el cierre se recoge la experiencia colectiva; se tienen las otras intervenciones para sintetizar en el cierre de las discusiones. En la apertura venís con tu “delirio”, escuchas las intervenciones y en el cierre bajás a tierra, das mejor cuenta de la dialéctica de las cosas.

Además, no se trata solo de una interrelación en el “habla”, sino de la interrelación entre lo que se dice y lo que se vive, la práctica militante. Ayer una compañera decía, en el Comité Ejecutivo del partido, que en la coyuntura argentina la gente está pasando de un primer momento de angustia a un momento de bronca, expresando esa relación entre lo que se dice y lo que ocurre. Entonces acá tenemos dos planos de una elaboración colectiva: la experiencia militante colectiva del partido y la experiencia colectiva del cambio de ideas que, desde ya, requiere que alguien haga una síntesis (los equipos de dirección no funcionan sin dirigentes, sin ejes de la dirección, tanto como las orquestas no funcionan sin el director; Engels, “Sobre la autoridad”).

También las elaboraciones de Marx y Engels fueron, evidentemente, colectivas, y ni hablar del marxismo revolucionario en su época clásica. No solamente está el hecho de que entre ellos se cambiaban y revisaban los textos, sino además que lo colectivo viene dado por el choque de ideas: todos nos forjamos en el “espejo” de nuestra época: Marx y Engels en polémica con Prohdon, Bakunin, Düring, Blanqui y tantos otros de su generación y de todas las generaciones, junto con la experiencia histórica.

En síntesis: es obvio que hay un esfuerzo mío –del autor– de estudiar y militar aplicadamente (no hay ningún logro que no implique mucho esfuerzo), y que eso no se debe disolver.[1] Pero al mismo tiempo esta obra en dos tomos es parte de la trayectoria colectiva de esta corriente, donde, aunque hoy el sector más dinámico sea la juventud, hay una militancia del núcleo histórico de la corriente en fábrica, en el movimiento obrero.

Y la obra está dedicada, en definitiva, a la clase obrera como vector de la emancipación humana, y también a la heroica juventud de la Oposición de Izquierda que soportó –en las peores condiciones, huelgas de hambre mediante– los campos de concentración del estalinismo para sostener las perspectivas del marxismo revolucionario. La revolución es un tejido de generaciones donde cada quien hace lo que le toca: nunca dije eso de “quiero llegar vivo a la revolución”; me hago mala sangre por resolver los desafíos del presente, me hago cargo de lo que me toca, y lo disfruto.

La emancipación humana es un tejido de muchas generaciones porque es la obra más grande de la humanidad: emanciparnos de toda relación de explotación y opresión. Desde este punto de vista también se entiende que es una obra colectiva, aunque por la combinación de factores objetivos y subjetivos haya, en ciertos momentos, subjetividades que marcan un salto en calidad.[2] Aunque también eso es relativo, porque podés marcar un salto en calidad porque dirigís una revolución, o porque aportás al desarrollo del marxismo, pensado, como decía Sartre, como “el horizonte teórico intraspasable de nuestro tiempo”, como el pensamiento –por lo menos en materia de ciencias sociales– más avanzado de nuestro tiempo. En este mismo sentido Gramsci afirmaba algo agudo: señalaba que no podía haber claridad acerca de las prioridades entre las tareas del presente y la preparación del futuro.

Y la idea es que esta puesta en discusión sea un conversatorio. No sé cuánto me va a llevar mi intervención. Podría hacer como John Cage, el autor del concierto “4.33”, que abría el piano y no tocaba nada, hacía silencio, y después cerraba el piano y decía “Muchas gracias, he terminado mi obra”; la obra era el silencio, y era genial, porque el silencio tiene infinitas variantes. Bueno, mi libro no tiene infinitas variantes, solo intenta ser un humilde aporte. Entonces, la idea es que los compañeros y compañeras intervengan también, porque el libro ya se ha empezado a leer sobre todo entre la militancia del partido.

Prosigamos con una idea básica de contexto de la obra. Políticamente, el país y el mundo están en un período de reacción, en el sentido del avance de la extrema derecha; pero estructuralmente entramos en la reapertura de una época de desequilibrio y revolución. El aporte nuestro llega en un período así de inestable, con problemas muy dramáticos y muy profundos: la reapertura de la época de guerra, crisis, revolución, barbarie y reacción señalada por Lenin cien años atrás.

Quisiera explicar de dónde surge para mí el elemento revolucionario. Recordemos el ejemplo de Lenin en 1915, que en plena Primera Guerra Mundial y en pleno período reaccionario –porque la guerra todavía tenía apoyo de la clase obrera–, afirma que hay una “situación revolucionaria”. ¿Qué es lo que te lleva a la revolución desde el punto de vista material y fundamenta la definición de Lenin? Lo que te lleva a la revolución es la ruptura de la cotidianeidad.[3] (También te puede llevar a una contrarrevolución; esa es una enseñanza del siglo XX. Más bien, al par revolución-contrarrevolución.)

Por ejemplo, podemos hacer cien mil charlas sobre ecología, pero la mejor lección es la experiencia: yendo al aeropuerto de San Pablo hace unos días, de repente apareció un olor agrio a goma quemada, que era, a cientos o miles de kilómetros, el olor de la quema del Amazonas. Esa experiencia es lo que te hace tomar conciencia. Lenin decía que en condiciones revolucionarias se sacan conclusiones mucho más rápido: en unos días avanza más la conciencia popular que en largos años de estabilidad.

Estamos entrando en un mundo que rompe a martillazos la cotidianeidad, la normalidad, la mecánica de levantarse, ir a laburar, militar un poco en la fábrica o en la facultad, ir a casa y a dormir. La cotidianeidad, si es muy “mecánica”, puede dar lugar a poca reflexión, hace muy “cuadrada” la experiencia humana: la falta de matices y contrastes no ayuda a pensar. La ruptura de la cotidianeidad abre la historia, funciona por contraste: rompe con la falsa ilusión del eterno retorno de lo mismo. Si piensan en la Argentina de hoy, aunque estemos en un período reaccionario por ahora, van a ver que hay un montón de elementos dislocados, o que están en un lugar equivocado, y ese contraste hace pensar. La dialéctica de Plaza y Palacio está más a la orden del día que nunca y las cosas podrían virar en prerrevolucionarias “en cualquier momento” (exageramos un poco la nota para que se entienda nuestro ejemplo).

Este es el contexto en el que presentamos el tomo I de esta obra, que además tiene algo simpático: el tomo 2 está “escrito” antes que el tomo 1. La base del tomo 2 la escribí hace diez años, pero faltaba la base teórica y política, que es la que escribí ahora (el tomo 2 ya está medio escrito en “Dialéctica de la transición, plan, mercado y democracia obrera”, izquierda web). Por supuesto, voy a estudiar mucho más y reescribir todo además de agregarle nuevos capítulos, porque en el medio hubo un montón de problemas nuevos, apareció la inteligencia artificial, hay que ponerlo al día en el siglo XXI.[4]

2- Un nuevo “Renacimiento”

Voy a tratar de decir algunas cosas sobre el texto. Voy a ir de lo más general a lo más particular por así decirlo. El texto tiene como varios planos, una suerte de palimpsesto explícito: un nivel teórico, otro filosófico, otro histórico, otro metodológico, etc. Además tiene una doble inscripción: establece un diálogo entre el marxismo revolucionario y la obra de Marx y Engels, y otro diálogo entre los marxistas de posguerra.

En el plano filosófico general –filosófico político– hay una idea histórica fundamental en el libro, que delimita a la revolución socialista de las revoluciones anteriores, que es la relación entre estructura y agencia –subjetividad–. Sucede que el nivel de reactuación humana sobre la sociedad y la naturaleza nunca ha sido tan alta como ahora, desde el punto de vista objetivo e incluso, potencialmente, subjetivo (desarrollo de las fuerzas productivas y destructivas y de la autoconciencia racional humana mediante).[5]

Hay una idea muy aguda al comienzo de la Dialéctica de la naturaleza de Engels, que dice que con la humanidad entramos en la historia; en el caso de los animales también hay historia, y la naturaleza también tiene historia; pero en el caso de los animales la historia se hace para ellos porque no son conscientes de lo que hacen. En cambio, con los humanos entramos en la historia porque potencialmente podemos cambiar la sociedad e incluso nuestra naturaleza circundante conscientemente, para bien o para mal; ser sujetos conscientes de ese cambio, lógicamente como producto de todo un proceso histórico (“Engels antropólogo”). Es evidente que los primeros homínidos no podían cambiar la sociedad ni la naturaleza, de ahí todas las representaciones naturalistas, religiosas, totémicas, esotéricas del mundo, temas de la antropología cultural.[6] Pero por el desarrollo desigual y combinado de la experiencia humana –progreso y también regresiones–, hoy, conscientemente, la humanidad explotada y oprimida tiene una capacidad de transformación como jamás hubo en la historia.

Eso funciona para lo bueno y para lo malo. Lo malo es, por ejemplo, Putin amenazando conscientemente con lanzar bombas nucleares en Ucrania, o el Estado de Israel masacrando palestinos y usando la carta de que es la única potencia nuclear de Medio Oriente. Lo bueno funciona cuando la revolución y la transición socialista es un esfuerzo consciente de transformar la realidad humana, de operar una transformación social, de luchar contra las condiciones materiales de explotación y opresión, que siguen presentes en la transición.[7]

Ahí entra toda la reflexión de Marx sobre revolución consciente, planificación, la crítica al mercado como orden espontáneo y la planificación económica como orden racional. Pero la idea puede ser agarrada desde otro ángulo; en Rosa Luxemburgo, la revolución socialista es la primera revolución histórica donde las mayorías hacen la revolución para las mayorías, porque incluso la Revolución Francesa, que fue una revolución popular, terminó siendo en beneficio de una minoría. Las revoluciones burguesas –y otras revoluciones– tuvieron participación popular pero no fueron para las mayorías (ese desborde anticapitalista anticipado por Babeuf, fracasó), en el sentido de que el nivel político, material y cultural no permitía todavía la realización de la teoría política del marxismo, que es la teoría de la autoemancipación y la autodeterminación (Draper), que quiere decir desarrollo humano autoconsciente –una aspiración que viene desde el Renacimiento, el ser humano en el centro en lugar de dios–.

En castellano, esto significa que cada compañera y compañero vale, que cada persona tiene valor, criterio humanista elemental después de las barbaries del siglo XX. Por supuesto, en la guerra civil hay que sacrificarse, fusilar o morir en el frente, no existe la revolución sin sangre: la ley de leyes es la implacable lucha de clases socialista (Su moral y la nuestra, Trotsky).[8] Pero esa dialéctica no tiene nada que ver con la lógica objetivista de la revolución que prevaleció en el siglo XX, con la definición de “revoluciones socialistas objetivas” como revoluciones que se hacían “solas”, con una base popular o de masas pero no consciente, sin una dirección consciente y sin protagonismo consciente de los explotados y oprimidos. Esto cruza todo el libro.[9]

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Información y Propuestas

7 medidas anticapitalistas ante la crisis del país

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Presentamos a continuación un plan de medidas anticapitalistas ante el derrumbe económico de la Argentina pensadas desde los intereses de las y los trabajadores, la juventud, las mujeres y LGBTT y los jubilados/as para ser implementados en los primeros 100 días de gobierno con el apoyo de la movilización popular.

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1- Salario mínimo de 500 mil pesos indexados mensualmente

El salario promedio según los últimos datos oficiales (cuarto trimestre del 2022) fue de 80 mil pesos. Podríamos estimar que actualmente se encuentra alrededor de los 110 mil pesos. Mientras tanto el último dato del INDEC es que la canasta básica total (alimentos y servicios, pero sin alquiler) para una familia tipo es de 192 mil pesos, al tiempo que en el país hay un 35% de trabajo informal y que están por debajo del promedio salarial. Junto a esto, los últimos datos de pobreza disponibles del 2022 estiman que el 40% de la población se encuentra en esta condición, agravado al 50% en el caso de niñes y adolescentes. Un nuevo fenómeno se extiende en el país: si bien los índices de desocupación “bajan”, ya no es suficiente tener trabajo bajo convenio para no ser pobre.

La medida de 500 mil pesos de piso para todos los trabajadores, e indexado por índice de inflación, estructura nuestro programa anticapitalista porque parte de dar solución al problema más sentido de las y los trabajadores: la miseria salarial. El aumento salarial generalizado por decreto permitiría liquidar en gran parte índices desastrosos de pérdida salarial y de pobreza a los que nos han llevado los gobiernos de las últimas décadas y la avivada de los capitalistas que remarcan precios todos los días. Con una inflación interanual por encima del 100%, la única forma de no perder es atar el salario a la inflación y actualizarlo mes a mes (indexarlo) para terminar con la especulación de los grandes empresarios que aumentan precios a costa de pulverizar los salarios. Nuestro planteo de salario mínimo tiene varias dimensiones:

Soberanía: es una medida de soberanía porque obliga a las grandes empresas industriales, agroexportadoras y extractivistas a aumentar el porcentaje de dinero destinado a salarios devengándose de sus abultadas ganancias, y por esta vía retiene en el país parte de los dólares que hoy son fugados al exterior.

Anti-dolarización: ya que refuerza la devaluada moneda nacional como medio de intercambio interno y protege la soberanía monetaria.

Privilegia los intereses de la mayoría del país: porque produce una mejora inmediata y generalizada en los ingresos de las y los trabajadores, rompe con la dinámica de precarización laboral, saca de la pobreza al 40% de la sociedad y da un impulso al consumo y, por ende, a la producción. También beneficia a los adultos mayores cuyas jubilaciones se encuentran destruidas.

No más precarización: Junto con el salario mínimo de 500.000$ impulsamos la inmediata formalización del empleo de todos los trabajadores en negro, contratados o a los que quieren disfrazar de “autónomos” (como las y los trabajadores de reparto por aplicación) bajo apercibimiento penal de toda empresa que incumpla las leyes laborales y de expropiación a toda aquella que despida o cierre, en medio de esta situación de crisis económica y social (respecto de las PYMES impulsamos la asistencia estatal de las mismas para que puedan adecuarse a estos criterios).

2- Plan de obras públicas masivas para reconstruir el país frente al derrumbe capitalista y terminar con la desocupación.

Ningún gobierno hasta la fecha fue capaz de generar condiciones mínimas para el desarrollo económico. El país sigue sin la infraestructura elemental: carece de grandes puertos, de red ferroviaria y vial acorde a las necesidades de la economía, de flota mercante marítima y fluvial propia y de generación de energía continua y sustentable. A eso se suma el déficit habitacional (el crédito hipotecario prácticamente no existe en la Argentina) y la necesidad de obras hídricas para energía (represas) y para prevención de inundaciones y sequías (canalización). Mientras tanto, en el GBA los servicios “públicos” se caen a pedazos y no escapan a la misma dinámica ni CABA ni los grandes centros urbanos del interior del país.

Todos los ejemplos de desarrollo económico reciente, en cualquier lugar del mundo y bajo regímenes sociales muy diversos, muestran que no se puede dar un salto en el crecimiento económico sin un ambicioso plan de obras públicas de infraestructura.

Apuntamos a solucionar los problemas estructurales que afectan tanto a la producción y al comercio (desde caminos, vías férreas, puertos, oleoductos, etc) y servicios (desde el abastecimiento industrial hasta el de las ciudades y concentraciones urbanas). A la vez que incluye un plan masivo de viviendas y urbanización.

Para esto proponemos llevar la inversión en obra pública al 30% (actualmente estaría en 19%) del presupuesto estatal financiado mediante impuestos a las ganancias empresariales, impuestos a las grandes fortunas y todas aquellas medidas tributarias que no afecten al bolsillo de las y los trabajadores (es decir, yendo contra la regresión tributaria que impera en el país), y la incorporación masiva al trabajo de calidad.

Esta medida de soberanía implicaría reorientar los miles de millones de dólares destinados al pago de la deuda externa a los organismos de crédito internacional y acreedores privados y destinarlos a solucionar los problemas estructurales del país. Todo esto bajo el control estricto por parte de las y los trabajadores, sus organismos y organizaciones, y las y los usuarios para evitar el lucro personal, privado o estatal a costa los intereses colectivos de las amplias mayorías.

3- Shock anti inflacionario y anti capitalista

La palabra shock se ha vuelto a instalar frente al tamaño de la crisis que vive el país, pero en boca del FdT, de Juntos y de Milei significa un ajuste drástico y trauma social en sus distintas versiones. En concreto, hablan de reforma jubilatoria y laboral, de terminar con la inversión en seguridad social (asignaciones, jubilaciones, pensiones, etc), de liquidar la poca obra pública existente, de quitar los subsidios al consumo de energía y al uso de transportes y de destruir la ya deteriorada educación y salud pública. Todo bajo el supuesto de que la inflación y los males del país se deben a que la población vive (aún en la situación de dramática crisis social en la que nos encontramos) “muy por encima de lo que corresponde”.

Nosotros, por el contrario, proponemos terminar en 6 meses con la inflación mediante una serie de medidas de shock anticapitalista que protejan los intereses de las mayorías sociales.

Congelamiento de precios: En el país 20 grandes empresas, la mayoría de ellas multinacionales, controlan el 75% de los precios de las góndolas, y solo 6 grandes cadenas supermercadistas concentran el 80% de la oferta alimentaria al público. Son un puñado de empresarios que remarcan precios a diario y juegan con el hambre de la gente para aumentar sus ganancias. Proponemos el congelamiento inmediato de los precios bajo control de la ciudadanía, y el apercibimiento bajo pena de cárcel a aquellos que atenten contra la salud y la alimentación de la población.

Penas de expropiación y cárcel a los especuladores y fugadores: El recurso financiero más estratégico del país, las divisas extranjeras, está en manos de evasores, especuladores y estafadores. Vicentin no es la manzana podrida sino sólo el botón de muestra del modus operandi de una clase social entera. Son los empresarios del agro, industriales y extractivistas que tienen más de 400 mil millones de dólares (un PBI) fuera del país. Ante tamaña crisis económica y social no se puede permitir la especulación financiera y devaluatoria ni los mecanismos de estafa mediante la sobre o sub facturación, maniobras que funcionan con la connivencia de todos los gobiernos a la fecha y atentan contra los intereses de los trabajadores y por lo tanto del país. Esto debe tener consecuencias penales y económicas para ponerle un freno a las avivadas de todos los Vicentin.

Monopolio del comercio exterior: la falta de dólares responde a la posibilidad que tienen los capitalistas de manejar a propio gusto las divisas que se crean en el país por la explotación conjunta de los recursos naturales y la clase trabajadora. La especulación y la fuga de divisas explican parte del déficit de dólares en el país. Para terminar con el bimonetarismo y la especulación cambiaria de los grandes empresarios y agroexportadores, así como para terminar con la fuga de divisas, hay que decretar el monopolio del comercio exterior y de la banca con el Estado como intermediario, todo bajo control de las y los trabajadores para garantizar los intereses del país.

4- Retenciones del 50% a las exportaciones agrarias y reforma tributaria progresiva

Según los datos disponibles de recaudación tributaria prácticamente el 50% de la recaudación se explica por IVA e impuesto a las “ganancias” (salario), es decir del bolsillo de las y los trabajadores. Por el contrario, las retenciones aplicadas al comercio exterior representan un escaso 8,8%. Una vergüenza que da cuenta de la regresividad de los impuestos en Argentina (el sistema impositivo argentino es uno de los más regresivos del mundo).

Por eso, para financiar la mejora drástica de las condiciones de vida de la población proponemos invertir el esquema tributario, de manera que sean los grandes capitalistas los más gravados por los impuestos.

Junto con el aumento al 50% de las retenciones agrarias proponemos la eliminación del IVA que afecta fundamentalmente al consumo de las y los trabajadores, además de la eliminación del impuesto a las “ganancias”, es decir, el impuesto al salario (una herencia de Domingo Cavallo que ningún gobierno en los últimos 20 años se atrevió a tocar).

También hay que estatizar bajo control de las y los trabajadores toda la actividad minera incorporando a la vez criterios ecológicos para la misma, al tiempo que pasar a una YPF 100% estatal bajo control de sus trabajadores.

5- Impuesto a las grandes fortunas y ganancias capitalistas para enfrentar la desigualdad

En Argentina hay 106 familias con fortunas de 100 millones de dólares o más. Y sólo el 0,4% de toda la población concentra el 61% de la riqueza privada del país. Es uno de los países a nivel mundial que menos recauda en impuestos a las grandes fortunas, muy por detrás de Francia, Alemania, Estados Unidos y la mayoría de los países de Latinoamérica.

Proponemos aplicar un verdadero impuesto progresivo permanente (no por única vez) a las grandes fortunas y ganancias capitalistas, con aplicación de una ley penal tributaria de manera que el grueso de la recaudación tributaria se invierta en favor de las y los trabajadores y a costa de las fortunas amasadas por un puñado de grandes capitalistas.

6- Estatización de los servicios públicos bajo control de las y los trabajadores y usuarios

En medio de la discusión planteada por el gobierno y por todo el arco político patronal sobre la necesidad de aumentar las tarifas, quedó al descubierto el desastre al que ha llevado la administración privada del servicio de electricidad. Con olas de calor históricas, el 40% de la población sufrió un corte generalizado del servicio y luego se sucedieron días y semanas en las que miles de usuarios permanecieron sin servicio por la evidente desinversión crónica. Un mecanismo con el que los privados maximizan sus ganancias mientras exprimen la alicaída infraestructura hasta destruirla.

Los servicios de Luz, Agua y Gas deben ser considerados derechos sociales. Para hacer cumplir con el funcionamiento y garantía del derecho a una vida digna proponemos, como reclamaron los vecinos durante el verano, la estatización bajo control de las y los trabajadores y usuarios, única manera de garantizar que el financiamiento y funcionamiento del mismo no sea administrado con la lógica del lucro capitalista, sino en función de los intereses de las mayorías.

7- Ruptura del acuerdo con el FMI

La crisis del país es inseparable de la estafa acordada entre Macri y el FMI y avalada por el gobierno del FdT. Se trata de una deuda documentadamente fraudulenta, que sólo se considera “legal” porque la sostienen los grandes poderes capitalistas que se benefician de ella, a la vez que redobla la sujeción del país al imperialismo. No es posible construir un país soberano y con futuro si seguimos encadenados a los organismos de crédito internacionales. Basta de lucrar con el país para beneficiar los intereses privados de países imperialistas y de los sectores de la economía aliados a ellos.

Proponemos desconocer la continuidad de los acuerdos estafadores llevados adelante bajo este Estado de los empresarios. Hay que romper con el FMI, dejar de pagar la deuda externa y poner el conjunto de los recursos al servicio de las necesidades sociales y de la reconstrucción de la infraestructura nacional.

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